"La inspiración del escritor"

Suyay Chiappino.



Nos esperan grandes éxitos. Pero, ¿los buscamos? ¿los ansiamos? Cuanto necesitamos está al alcance de nuestra mano. Es cuestión de tomar la iniciativa e ir a por nuestros objetivos.
¿Dónde esta nuestro lugar? En el mundo hay un espacio para todos, aunque muchas veces muramos asfixiados, ahogados entre tanta gente. ¿Dónde se esconde la humanidad entre todas esas personas?
Pero no voy a escribir sobre ideas inconexas. Quiero hablar acerca de la inspiración de un escritor. De dónde viene. A dónde va. Cómo se mantiene viva…
Un escritor sin inspiración es como un maniquí desnudo, como respirar hidrógeno en lugar de oxígeno, como un zapato sin su pareja, lo mismo que un calcetín solitario, como un bebé sin el pecho de su madre, como una fuente vacía. ¿Quién lo dice? Yo, que escribo, puedo afirmarlo. La inspiración son las ansias de compartir, de contar, de escribir, de escupir sobre el papel todas esas manchitas negras que van formando un mensaje con contenido, con sentido, con forma, que van expresando una idea, el conjunto que lo es todo en un instante. Si se desvanece alguno de sus elementos, ya no nos queda nada. Un papel en blanco y el cursor con su incansable parpadeo.
Escribir es compartir una visión, un ideal, un pensamiento. Plasmarlo, dibujarlo, eternizarlo. Es permitir que todo lector entre en nuestra mente, vea el mundo a través de nuestros ojos y comprenda alguna idea esencial de nuestra cabeza, capaz de haber inventado un mundo, una historia, un momento, una fantasía. Nuestro escrito puede ser una crítica o puede regalar colores nuevos que dan vida a criaturas antes inimaginables, que llenan de riqueza el tiempo de lectura. Puede resultar una tarea amarga si el trabajo final es cruento. Pero también puede ser una creación bonita.
Si pretendemos opinar, más vale que sea con fundamento. Para hablar hay que saber. O tal vez no, pues las palabras valen el instante en el que existen. Después desaparecen. Hay mensajes, sin embargo, que quedan grabados en la memoria, que nos marcan definitivamente.
Estamos hablando de escribir, no de parlotear. De instruir con coherencia. Así es que al escritor que desee realizar esta misión, solo le queda servirse de su inspiración, alargar la mano firme para retenerla con mimo. Y si la deja escapar, si la pierde entre tanto ruido…, quedará condenado a un silencio sepulcral.
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