"No más que mil palabras"

Beatriz Fernández Moya.



Una imagen no vale más que mil palabras. Ni menos.


Las palabras y las imágenes son entes tan distintos que es imposible situarlos en el mismo plano comparativo. A nadie se le ocurriría decir que una naranja es mucho más valiosa que mil neumáticos, que un tenedor vale más que mil hipopótamos o que una canción tiene más valor que mil piscinas, pues le tomarían por loco. Además, en el hipotético caso de que aceptáramos que las imágenes valen más que las palabras, estaríamos poniendo a todos los artistas plásticos y sus respectivos trabajos -sean buenos o no- por encima de todos los brillantes escritores, nacidos y por nacer, y sus colecciones de novelas, ensayos y colecciones de versos. Si alguno levantara la cabeza, otro gallo cantaría...



Las palabras y las imágenes nos inducen sentimientos, nos pueden hacer llorar, reír, soñar, desear... A veces nos mienten, con verdades a medias, en forma de palabras escogidas para dañar, o de imágenes que dejan mucho espacio a la imaginación. La mayoría de las veces se encargan de traducir y representar nuestros pensamientos, de expresar nuestras ideas. A veces una sola palabra nos evoca multitud de imágenes y recuerdos. A veces una imagen clarifica lo que no somos capaces de expresar con palabras. Por tanto, la palabra es el complemento perfecto de la imagen y viceversa, es su media naranja, su “ni contigo ni sin ti”. La palabra y la imagen son el matrimonio perfecto, un matrimonio en términos de igualdad. Así que, por favor, dejen de emplear esa tópica frase, que sólo crea conflictos innecesarios.
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