"El accidente"

Lucía Conde.


Blanco.
Todo era blanco, como si no existiera otra cosa más allá de ese color neutro y fantasmal.
“Que alguien apague esa luz...”
Entrecerró los ojos, sensibles al foco que había sobre él. Aquella luz blanca, impecable, propia de un tubo fluorescente, impregnaba el lugar como una niebla antinatural.
“¿Dónde estoy?”.
Percibía un ligero olor a almidón. Y un pitido agudo y regular.
Trató de frotarse los ojos con las manos, pero un tejido fino y tirante que le cubría parte de su cara se lo impidió.
“¿Una venda? ¿Pero qué…?”
Consiguió abrir los ojos. Su cerebro recibió de éstos una imagen inesperada.
Estaba en una habitación sencilla: paredes blancas, suelo de baldosas blancas. Se encontraba acostado en una cama desconocida: sábanas blancas y somier de hierro.
Un hospital. Empezó a ponerse nervioso. El tempo del pitido se incrementó.
En ese momento, lo recordó todo.
El accidente.
El frenazo inesperado. El metal cortando su cara, arañando sus brazos y piernas.
Se había caído por las escaleras mecánicas del centro comercial. El mecanismo se detuvo repentinamente. Quizás algún gracioso había pulsado el botón de alarma. Lo que sí estaba claro es que todo el mundo había conseguido mantener el equilibro. Todos excepto él. Una dolorosa caída que los allí presentes difícilmente olvidarían.
“Menudo ridículo. Creo que en clase diré que tuve un accidente de moto”.
“Espera... Yo no tengo moto…”.
 
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